En la llamada cuarta ola del feminismo mucho han ganado las mujeres a favor de sus derechos. En el ámbito de la música, sus conquistas son evidentes y ello queda manifiesto en canciones de renovadora elocuencia.
Hoy por hoy, son ellas quienes están transformando géneros y compartiendo historias que nos ofrecen una nueva lectura de la realidad, en la que se describen a sí mismas en los incontables roles que juegan en el mundo, en experiencias marcadas por la soberanía que muchas han alcanzado como profesionales, madres, amigas y compañeras de vida.
Las cantoras aquí incluidas han mostrado continuidad en su trabajo a lo largo de 2021, pero también argumentos a favor de una imaginación que merece destacarse en el transitado horizonte de la música contemporánea que se escribe y canta en español.
La chilena no sólo tuvo un papel preponderante en el estallido social de su país, a su vez se mantuvo activa y cercana a sus seguidores a través de los largos meses del confinamiento por la pandemia. Pero eso no fue todo.
En 2021 nos mostró su capacidad para reinventarse tras el lanzamiento de Rey, un álbum conceptual que nos lleva al futuro tanto a través de su narrativa como de su música.
En éste, ella se distancia del aire folk al que nos tenía acostumbrados en trabajos previos para encaminarse hacia nuevos territorios sonoros en los que la electrónica y el rock adquieren un rol protagónico.
Vaya revelación ha sido la andaluza, quien desde su llegada a la música —de la mano de Los Evangelistas años atrás— ha mostrado como pocas mentes creativas una envidiable evolución en su trabajo, que sobre todo cristaliza en sus dos títulos más recientes, el delicioso Lo que te falta (2020) y el sublime Aurora y Enrique (2021).
Éste último, el elocuente ejemplo de la profundidad de su sentimiento. No hay duda, la española ha encontrado su voz y ha sabido asumirla lo mismo en la nostalgia que en la alegría, y nosotros, embebidos de ella, lo agradecemos.
La veracruzana suele referirse a su sonido más natural, orgánico y desnudo, el que mejor le viene a esa inconfundible voz suya que cala hondo.
Y aún frente al hecho de que ha demorado en dar a conocer ese Marchita del que tanto nos ha hablado, sus sencillos compartidos a la fecha han sido suficientes para apreciar su gracia y su talento.
Una exitosa gira en 2021 refrendó su valía como una de las voces femeninas que despuntan a nivel internacional en la música mexicana contemporánea, a mitad de camino entre la tradición y la canción de hoy.
Finalmente 2021 fue un año de recapitulación para la argentina quien, tras estar lanzando colaboraciones a lo largo del año de la pandemia, decidió reunirlas en un solo álbum y dar vida a La de la luna, junto a una larga lista de colegas como La Plaza del Puma, Juanafé, Luciana Jury, Loli Molina y El David Aguilar, entre otros.
Diez canciones que hablan no sólo del impulso nómada que mueve a esta cantora infatigable, sino a su vez de lo incesante que parece ser su inspiración. Un año en el que Sofía Viola también se hizo presente en redes sociales y participó en un recital por streaming, formando un trío junto a sus paisanas La Charo y Paloma del Cerro.
Un espíritu inquieto y aventurero que para nuestra alegría se dedica obsesivamente a hacer canción.
Tras su ineludible álbum Humo (2018), las hermanas Pastenes, Yorka y Daniela, transitaron por el confinamiento lanzando un sencillo tras otro, además de producir contenidos constantemente para sus redes sociales y realizar una gira por México, Estados Unidos y Brasil en 2021.
“¿Qué hiciste?”, “Mal” (con Natisú y Benjamín Walker), “Enloquecer” y “Viento” (con Lido Pimienta y Gepe), fueron algunas de las canciones que las mantuvieron activas, comprobando la sana temperatura de su alquimia como compositoras, instaladas entre el folk y el indie pop.
Además, ya sea solas o con banda, la chilenas consiguen hacer de sus recitales un inolvidable desplante de emoción, suspicacia y sobriedad.
Sus “canciones crudas” son contundentes porque nos hacen volver a entender que, cuando hay sentimiento, una voz y una guitarra bastan y sobran.
No conforme con un primer volumen, la colombiana nos regaló otro genial racimo de baladas en 2021 —entre ellas “No se viola”, su contundente colaboración con Aterciopelados— que mostraron otros ángulos de una personalidad diversa y gustosa de inspirarse en lo que atraviese por su camino.
Y es que Isabel, como en realidad se llama, no sólo se apega a los temas sociales para componer, sino como ella misma afirma, también encuentra inspiración en las cosas simples de la vida cotidiana.
Canciones para sentirse solidario, pero también para contemplar la realidad sintiendo escalofríos en la piel.
Saber que la guatemalteca asentada en México es chelista y que desde esa esquina hace canción, resulta desde ya una condición singular. Pero a eso hay que sumarle el que le gustan las sonoridades poco convencionales.
Baste escuchar “Nadie sabe”, el primer track de Será que ahora podremos entendernos, su álbum de 2021, para darse cuenta hacia dónde vuela su creatividad. Una canción que exhibe el espíritu lúdico que anima su trabajo, sustentada en el sonido circular de su instrumento, sobre el que ella juega con su voz e incorpora acentos electrónicos.
El preámbulo a un álbum que ofrece nuevos ángulos de una obra que ya brillaba desde su trabajo previo, el también exquisito Pies en la tierra, de 2019.
Pureza, el primer larga duración de la nacida en la periferia de Barcelona, es un disco tremendo por la amplitud de recursos estilísticos que anidan en sus 9 canciones.
Aquí hay R&B de acento andaluz en “Tu boca”, ecos taurinos en “Con poco”, flamenco con beats en “Si la luna quiere” y contagiosas cadencias latinas en “De la cueva a los olivos”, una que nos lleva de la mano por distintas músicas: arranca abolerada y luego va mutando hacia otros ritmos, acelerándose paulatinamente, incorporando metales, tornándose tropical, calentándose, guiñándole el ojo al jazz incluso, siempre con la voz seductora de Queralt al frente, estableciendo un puente entre Cuba y España que nos lleva a intuir todo lo que podemos esperar de ella en lo sucesivo.
Llama la atención que la nativa de Culiacán no utilice mayúsculas en los títulos de sus canciones, un indicio de que en su trabajo musical la simplicidad prima. Su sonido, anclado en el dream pop, tiene una transparencia que cautiva.
Versos que irradian naturalidad “Y si tengo que escuchar hoy / montón de canciones de amor / sabrán que es por ti / es por ti que esperé tanto…” y que envuelven suaves capas de guitarra y teclado, son exactos para atrapar el oído de cualquiera.
Hay en su voz un dejo de languidez y en sus instrumentaciones un carácter hipnótico que hace de sus canciones compañeras idóneas de la soledad que marca la adolescencia, que hace no mucho ella dejó atrás.
El segundo larga duración de la nacida en Medellín es un disco que permite comprobar el paso firme con el que ella avanza en su carrera. NIÑXS ROTXS se toma su tiempo para invitarnos a entrar en su territorio sonoro, a caballo entre rap y R&B.
Primero, un prólogo en el que la colombiana calienta la voz, soltando frases que expresan su incertidumbre ante la vida. “Tengo muy claros los demonios que me siguen”, dice a continuación, en algo que ella ha incorporado como una intro titulada “DEM”, algo dicho en verso y cercano al spoken word.
Y es después, ya en su tercer track, “Ashé”, donde ella exhibe su flow, sus rimas punzantes y bien armadas, sobre bases que no ocultan el calor de la música de ese país con querencia hacia lo tropical. Punto y aparte.
“NIÑXS ROTXS”, más adelante, acelera sus beats, ejemplificando cómo en la actualidad la tórrida esencia del R&B se filtra a nuevas generaciones que lo abrazan a su modo.
Y eso que no hemos llegado ni a la mitad de un álbum que sigue cautivando el oído, invitando a mover cintura y hombros, mientras lo recorremos.
La conquista de la electrónica por mujeres ha dado gran frescura a ese campo. Allí, por fortuna, son muchos los nombres de virtuosas productoras que saltan a la memoria.
Sólo por no dejar, nombremos a la colombiana ela minus, la argentina Audia Valdez, la brasileña Luisa Maita, entre tantas otras.
Allí mismo se inscribe la española Belén Vidal Iglesias, quien hace una aproximación muy propia a las tecnologías que generan los sonidos que envuelven su suave voz.
Tomando elementos de la balada romántica pop, el trap y la electrónica experimental, BFlecha crea un universo sonoro que trasciende toda convención, un continuo downtempo salpicado de detalles que cautivan, sorprenden y secuestran el oído de cualquiera.
Otra militante del sello bogotano In-Correcto, Briela tiene cierto paralelismo con La Muchacha, al grado que ambas han dado vida al dúo Las Mijas. Así, lo de ella también privilegia la sencillez de formas y formatos, y una actitud marcada por la espontaneidad.
En 2021, tras una estela de sencillos previos, entregó Templo Komodo, su primer álbum, un manojo de 8 canciones que, como se explica en Bandcamp, atrapan por la fuerza de su verdad.
“Briela se vale de letras más directas y confrontativas que hace que la canción recale de manera especial en el oyente; son palabras precisas, muy crudas, casi que a modo de amalgama emocional que confronta a más de un par de orejas desprevenidas.”
Una cantora para los tiempos extraños que transitamos donde la realidad nos ha hecho aprender que, está claro, lo menos es más.