Kiko Veneno, La Entrevista. Destacados 2021. La Banda Elástica

Los días raros de Kiko Veneno | Destacados 2021

Enrique Blanc conversa con el emblemático cantautor español Kiko Veneno, sobre su nueva placa titulada “Hambre”, grabada y editada durante la pandemia.

Me llega al oído la voz de Kiko Veneno y la reconozco. Es la misma de tantas canciones suyas que he escuchado con avidez y pasión a lo largo de los años. La de “Superhéroes de barrio”, de aquel gran álbum Échate un cantecito, que ha sonado en tantos bares por los que he pasado en España, de Granada a Madrid, allí siempre dándole a la tarde, a la noche, ese aire de rumba que pone de tan buen humor.

O la “Memphis Blues”, esa versión suya de la original de Bob Dylan, incluida en su Está muy bien eso del cariño y llevada al flamenco, que da gusto escuchar mientras se bebe a sorbitos un amontillado.

O bien, la de “Los delincuentes” de ese gran álbum que es Veneno, con las florituras de la guitarra de Raymundo Amador sonando justo antes de que Kiko arranque con ese verso donde confiesa: “Me junto con toda clase de delincuentes”. O bien, la de “Bilonguis”, de El hombre invisible que tan fácil, desde sus primeros acordes, arranca escalofríos.

Y a continuación, le pregunto que dónde se encuentra, mientras él busca un rincón para acomodarse y responder a mis preguntas sobre su álbum Hambre de 2021.

Y Kiko, desde muy lejos, con una voz que en el teléfono suena envuelta en una cortina de estática, me responde: “Ayamonte, en el Parador Nacional de Ayamonte, en la frontera con Portugal, la parte oeste de Andalucía, un sitio maravilloso”.

Y entonces, antes de soltar mi primera pregunta, evoco algunos parajes andaluces que he visitado, a los que invariablemente su música le sienta tan bien, y de golpe me viene otro estribillo suyo a la memoria.

Ése de otra de sus muchas canciones que me encantan, una balada cuyo primer verso reza:

“Dice la gente que de algo hay que vivir,

Que sólo se muere una vez,

Yo creo que eso no es así,

Se muere muchas veces,

Yo muero siempre por ti…”


Me resulta Hambre una progresión más extrema en cuanto a utilización de recursos que Sombrero roto, tu disco anterior. ¿Cómo percibes este reciente acercamiento hacia las tecnologías electrónicas?

Lo veo una cosa normal. Veo que las máquinas y la electrónica son parte de la música actual, y han sido muy importantes en la evolución de la música, de la creación de nuevos sonidos, y me parece una cosa muy natural utilizarlos. Por otra parte, yo lo que intento es no quedarme ahí, sino que intento utilizar la electrónica, mezclándola con las cosas de instrumentación normal, mezclando ritmos programados con ritmos reales.

Y entonces, intento un poco que la máquina no domine, sino que la máquina sea la dominada. Pero creo que el diálogo con la electrónica es una cosa natural, necesaria para los sonidos actuales, sin los cuales la música de hoy parecería que está más en otra época.

Pero eso no significa que yo eche de menos también cierto tipo de música antigua, de desarrollo melódico, armónico, que la música juvenil en décadas anteriores había hecho, pero que ahora se ha abandonado por una música más de patrones rígidos y gimnásticos, diría yo.

O sea, un dominio absoluto de la máquina en la que, bueno, hay un tipo de música que se acerca más a la gimnasia para mí que al arte y que a la música. Entonces, yo sigo apostando, además de utilizar las herramientas contemporáneas, sigo pensando y creyendo en la inspiración, en la armonía, en las melodías, en la relación de los elementos y en el desarrollo impensable de canciones con estructuras que no sean siempre las mismas.

En fin, yo sigo pensando a nivel musical cómo es que debería ser este arte tan maravilloso que nos une tanto y nos da tantísimas alegrías. Creo que el arte de la música es muy creativo y quizás está ahora demasiado cerrado, demasiado en patrones mínimos, muy estandarizado, y en el que hay poco lugar para el arte.

Martín Buscaglia tuvo un rol muy importante en Sombrero roto, muy de cómplice, y Javi Harto ahora en Hambre. ¿Qué dirías de esta par de compinches, de socios muy cercanos a tus últimos trabajos?

Personas maravillosas, grandes talentos, grandes músicos. Gente con mucho arte, convencimiento y mucha capacidad de acción. Martín, bueno, desde que hicimos El pimiento indomable, que es un disco para mí maravilloso, pues siempre estamos en contacto. Y bueno, esperando que podamos volver a trabajar algo nuevo.

Y con Javi, por el disco con el que he trabajado, pues muy contento también. Él es joven, de la nueva generación, pero con mucho talento sonoro y musical también. ¿Sabes? Son de esta cuerda de gente que domina las máquinas, no les tienen miedo, sino que las dominan, pero además conocen bien los acordes y las melodías y las notas.

Mejor que yo, incluso, que no puedo presumir tanto de eso.

El tema del hambre, es un tema fuerte en el contexto mundial. ¿Qué te detonó reflexionar sobre éste en particular?

Bueno, esa es una canción de amor, no es ninguna reflexión sobre el hambre en el mundo. No es una canción que tenga ninguna misión política, digamos. Es una canción de amor. Es expresar un poco el hambre. Porque digamos que los músicos tenemos que expresar todo lo que está pasando en el mundo, pero no podemos utilizar las mismas herramientas que utiliza un periodista.

Describir el hambre como una cosa tal, o el sufrimiento de los pueblos, o las desigualdades, o las confrontaciones. No, no, para eso están los periodistas, que ya bastante restringidos están en su libertad de información. Y no somos los músicos los que tenemos que superar esta restricción en la libertad de información en el mundo, aunque eventualmente, si lo tenemos qué hacer, lo hacemos.

Lo importante es que los mensajes sociales, los mensajes políticos, siempre los músicos populares los queremos llevar a través de los temas del corazón, más personales, como algo íntimo, para que tú te puedas identificar con ellos.

Entonces, lo relevante de este mensaje es: “el hambre que tengo yo de ti”. Y no que no quisiera que hubiera hambre en el mundo. El hambre como esa falta de comunicación personal. Pero en el fondo estamos hablando del hambre, estamos hablando del mundo en el que muchísima gente muere todos los días para poder ir a comer, para poder emigrar a otros países y se ahoga en los mares de medio mundo para poder dejar de pasar hambre.

Es el contexto en el que estamos, pero ese contexto está bastante bien conocido por la gente, aunque mucha gente lo quiere ignorar, mucha gente quiere vivir en el mundo del consumo, de que esto no va con ellos, el cambio climático no va con ellos, la desigualdad no va con ellos, y a ellos no les interesa de lo que están hablando los demás. A mí sí, a mí sí me interesa.

“Días raros” es una canción que nos viene a caer al dedillo. Son estos los días más raros que nos ha tocado vivir, creo, Kiko. ¿Qué piensas sobre ello?

Sí. Me hubiera gustado mucho estar allí, estar en todos lados del mundo. Me hubiera gustado tener una licencia internacional de agente secreto para poder ir a ver cómo estaba viviendo la gente en todas las capitales del mundo, cómo estaban viviendo esta pandemia; así que no me imagino tampoco cómo pudo haber sido el transcurso diario de estos meses y de este último año, por ejemplo en Ciudad de México.

Y, claro, el tipo de rareza, ¿cómo describirla? ¿Cómo describiría estos días raros que hemos pasado aquí y allá? Y, para mí, al final de “Días raros” digo: “Estos días raros me gustan al final / No me veo tan raro, me veo más normal.”

Porque yo parto del punto de vista creativo de que yo no soy normal, yo soy raro. No estoy reclamando ninguna normalidad para nadie. O sea, en el fondo lo que quiero decir es que no acepto la normalidad que nos es impuesta.

De que el mundo tenga que estar lleno de aviones con gente que van a un sitio, se bajan del avión a hacer fotos, se botan al avión y se vuelven. Todo eso está destrozando la atmósfera y no se aprovecha absolutamente para nada.

No está sirviendo para ningún tipo de contacto humano, de contacto social, ni de mejora de nuestras comunicaciones, ni de nuestro bienestar, ni de nuestro conocimiento cultural. Es una colección de fotos que no tiene sentido, es un gastar por gastar.

Ése es el deambular del mundo de hoy, y yo de ese mundo me quiero bajar. La anterior normalidad que consistía en eso, a mí no me interesa. Entonces esos “Días raros” me interesan sobre todo también desde el punto de vista de que pueden dar lugar a que la gente piense en una organización diferente del mundo, en la que el dinero, y sobre todo el dinero negro, porque el dinero que está dominando el mundo es el de los paraísos fiscales, no sea tan importante como las personas, y en el que la naturaleza sea más importante, al mismo nivel de las personas.

No hay que decir: hay que destrozar la naturaleza para que haya empleo. Eso es lo que los políticos de hoy no se atreven a decir, ninguno. Están destrozando el planeta, están destrozando nuestros recursos para crear empleo. Pero nosotros no queremos empleo, nosotros queremos vivir en este planeta.

Hambre parece una respuesta a la idea del confinamiento, de que es muy difícil ahora reunirse con mucha gente. ¿Cuántos músicos participaron el disco?

La participacion no ha sido muy alta, de gente. Los instrumentos los toco prácticamente todos yo, excepto el piano, algún detallito de guitarra, batería en dos canciones, bajo en dos canciones, esos están hechos por los músicos de mi grupo.

Hay voces de Anabel también, de la pianista de mi grupo. No he tenido colaboraciones especiales. La producción la he hecho yo, en Sevilla, y le mandaba el material a Javi Harto, que está en Madrid. Y ya cuando pudimos trabajar, viajaba yo o viajaba él. Y nos reuníamos para ir perfilando el resultado final.

La mezcla de dos canciones, las que se han hecho con batería real, que son “Estoy cansado” y “Gitano Dave”, ésas las ha mezclado Joe Dworniak, mi productor habitual durante tantísimo tiempo y mezclador de Sombrero roto también.

Y no sé si se me olvida algo, pero no hay mucho más. El papel de la gente que ha participado no ha sido muy extenso, porque prácticamente lo he tocado yo todo.

¿Qué te inspiró “Mujer Volcán”?

“Mujer Volcán” es una canción que yo hice en México, con mi amigo José Miguel Salinas. Cuando llegué a Ciudad de México, me presentaron en la lejanía, al Iztaccíhuatl y el Popocatépetl, los dos grandes volcanes, la deidad masculina y femenina, e inmediatamente se me quedó grabado ese nombre.

Y es una visión, un poco, de este despertar de la mujer, de los nuevos tiempos que está viviendo la mujer, que me parece una cosa que… Bueno, las dos revoluciones que están pasando en el mundo: una muy positiva, que es que la mujer está empezando a actuar, a recobrar sus valores, sus derechos; pero la otra es negativa, que es que el mundo está agotado, la naturaleza está revelada porque está agotada, por eso no puede aguantar más contaminación, ni más humo, ni más química, ni más destrozos.

Son las dos grandes tendencias en el mundo hoy. Una es la de la mujer, que es totalmente positiva, y otra la destrucción de la naturaleza que es totalmente negativa. Y esta canción de “Mujer Volcán” habla del nuevo papel que se ha descubierto en todo el mundo para las mujeres.

Me parece que se ha descubierto la nueva realidad, las nuevas capacidades. O sea, realmente estamos descubriendo lo que nos ha faltado durante tanto tiempo, la anulación sistemáticamente organizada por parte del género masculino de una presencia femenina importantísima, y de cómo la mujer ha sido sojuzgada a lo largo de la historia.

Entonces, de pronto, esto está abriendo unas posibilidades tremendas. Esto de que la mujer esté de igual a igual con el hombre, participando en las decisiones del mundo, es una gran noticia para la humanidad. Y un poco va por esa línea del fondo de tu ser de que nada volverá a ser como ayer.

Como que este paso que ha dado la mujer hacia adelante, a pesar de las trabas de muchos hombres que no lo han querido ni lo han consentido, es un paso irrefrenable y que realmente va a ser definitivo.

La mujer se va a subir a unos sitios a conquistar lugares de los que no se va a bajar ya. Y nada volverá a ser como ayer.

Te sumas a los múltiples intérpretes de Woody Guthrie, es decir tu querido Bob Dylan, Billy Bragg, Jeff Tweedy, mucho cancionista que ha rendido tributo a ese gran compositor estadounidense. ¿Qué te significa?

Yo conocí a Woody Guthrie muy pronto en mi juventud, no tan pronto como a Bob Dylan, porque a Bob Dylan lo conocí con 16 años, digamos, y a Woody Guthrie con 20, 21 años.

Y esta cancion, “Gipsy Dave”, ya la cantaba yo en inglés con veinte y pocos años. Y bueno, por el mero hecho de que Bob Dylan fuera al hospital… Lo primero que hizo cuando llego a Nueva York fue ir al hospital donde ese hombre estaba ya muriéndose, el respeto y el cariño que le tenía, eso ya para mí fue suficiente.

Entonces, cuando empecé a descubrir su obra y el talento tan extraordinario de este grandísimo creador y artista. Y recientemente, cuando he estado con mi amigo Jackson Browne, compartiendo con él en California, he llegado mucho más lejos.

Porque me ha mostrado Jackson libros. Yo pensaba que la actividad de este hombre se reducía a la música, al activismo político, pero Woody Guthrie fue periodista, fue dibujante colosal, entrevistador, llegó a escribir libros, relatos, obras de teatro; era uno de esos dibujantes que a vuelapluma pintan a una persona en una situación, autor de más de mil canciones, activista político.

Un hombre de un valor y de un alcance realmente extraordinario. Un gran hombre de un gran país como es Estados Unidos. Y es una canción que también habla de la mujer, fíjate que, curiosamente, el tema de la mujer es importantísimo allí.



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