Brasil siempre tiene música que ofrecer al mundo. El 2021, pese a todo, no es la excepción y esta lista con tan sólo 10 artistas de su poblado y maravilloso universo sonoro, lo demuestra de sobra.
Gravitemos y gocemos alrededor de algunas de las figuras que aportaron los mejores álbumes del año que se fue.
A Juçara Marçal la conocimos como parte del fantástico trío Metá Metá, en el cual estableció complicidad con Kiko Dinucci.
Más tarde, su primer álbum como solista, Encarnado, una suerte de juego entre voz y guitarra, acompañada por el virtuoso guitarrista y productor de São Paulo, refrendó su imaginación musical y nos mostró las posibilidades de su voz desde una perspectiva marcada por la sencillez.
Ahora, con Delta Estácio Blues, esta mujer que llega a los 60 años, desembarca desde otro puerto, donde los recursos son plurales y cada canción persigue una sonoridad propia. En éste no hay fronteras ni fórmulas ni convenciones, por ende todo suena nuevo, sorpresivo, inquietante.
Participan como cómplices, no sólo Dinucci, también Cadu Tenório —con quien ya había trabajado en el álbum Anganga— y el pernambucano Siba.
Maravilloso que ella parezca estar en el mejor momento de su vida. Y no que lo afirme, sencillamente se escucha.
Lo que más sorprende de Drama, el segundo álbum en la carrera solista de Rodrigo Amarante, es que saliera elegido el mejor disco del mes de agosto en Uncut, algo nada común para una revista británica.
Incluso considerando que algunas de sus once canciones estén cantadas en inglés, o que el nacido en Río de Janeiro viva ahora en Los Ángeles. Claro, hay en su Drama esa magia innata de la música brasileña.
Baste escuchar “Tara” para que sus acordes, evocadores del samba, nos transporten al pasado, a los días en blanco y negro en que los metales de las orquestas llenaban los salones de baile; o bien “Maré” con un aire más actual y experimental, asimismo cargada de esa emoción que hace tan único a lo brasileño, y que tiene en su videoclip una prueba del espíritu lúdico e irreverente de su autor.
No hay mucho qué agregar de la gran diva carioca. De nueva cuenta, trastocada por los sonidos de la tradición musical de su tierra y la sensibilidad más refinada de la canción pop, la Monte vuelve a entregarnos un jugoso manojo de 16 canciones sublimes en las que queda manifiesta su elegancia y, claro, su incuestionable talento.
Como bien lo canta en “Calma”, uno de los sencillos de Portas —co-producida con Arto Lindsay, nada más—, simbolizando la suficiencia con la que se mueve en la música, ella no tiene miedo a lo oscuro, bien sabe que luego viene la alborada.
Un regocijo el que su ineludible voz esté de vuelta.
Un Delirio Madrepérola, el debut en solitario de este ex-integrante de Onagra Claudique, es un disco atmosférico, en el cual los ingredientes centrales son voz y guitarra, que lo mismo se acompañan de un piano, una voz femenina que con efectos de sintetizador.
Quizás los referentes que de inmediato vienen a la cabeza cuando uno escucha cantar a Roger Valença, más conocido como Píncaro, son algunos de esos folkies estadounidenses al estilo de Bon Iver o Devendra Banhart, o bien a su paisano Tim Bernardes.
Un disco suavecito, de canciones de alcoba, con algunos guiños a la tradición, que resulta una delicia lo mismo una tarde nublada que una mañana radiante de sol.
Reitero: la magia muchas veces indescriptible de la música brasileña rezuma en este álbum. Evocaciones a la tradición negra de su país, rock, jazz, soul y otra yerbas se arremolinan en las 14 canciones de Olho de Vidrio, segundo álbum de esta bahiana cuya voz, llena de emoción y credibilidad, va siempre al frente de sus canciones.
Ana Frango Elétrico colabora en “Raio de sol”, otra de las presencias femeninas que está renovando la canción contemporánea de su país. Una delicia colmada de simiente cultural.
La cadena de lanzamientos que el proyecto encabezado por Russo Passapusso ha eslabonado de años a la fecha, considerando su Duas Cidades de 2016 y su O Futuro Não Demora de 2019 ha sido luminosa, dejando el terreno perfectamente abonado para OXEAXEEXU, su título de 2021, quizás su obra más acabada.
Son 21 tracks en los que todo recurso cabe. Aunque su inclinación más clara es la música negra, hay también constantes alusiones a lo latino, como sucede en “Chapéu Panamá”, “Corneteiro Luis” y “Pachamama”, que cuenta con la presencia de la folclorista chilena Claudia Manzo.
Baste mencionar a los invitados que BaianaSystem convocó para este trabajo, entre los que destacan Chico César, Céu y BNegão, para darse cuenta de la magnitud de esta obra.
Con su reconocida búsqueda de atmósferas etéreas e instrumentaciones refinadas, las que se amoldan a su voz, la cantante y chelista brasileña Dom La Nena tuvo un año bastante activo, aún pese a las restricciones que le significó la pandemia.
Entre otras cosas, nos legó su Tempo, un disco en el cual ella canta en portugués, español y francés, dejando ver los muchos recursos que tiene para buscar en lo musical.
Digno sucesor de su celebrado Soyo (2015), Tempo resulta un disco diverso con algo de samba minimalista (“Samba pra voce”), un dueto con Julieta Venegas (“Quien podría saberlo”), un vals instrumental (“Valsa”) y otra serie de excentricidades que Dom La Nena emprendió por puro gusto, sólo para dar a éste la impronta que ella quería y demostrarnos el sobrio dominio que tiene sobre su trabajo.
De años a la fecha, tras una cauda de lanzamientos, el grupo que encabezan los hermanos Piracés-Ugarte —sangre mexicana radicada en São Paulo—, se ha convertido en una especie de embajador de la música brasileña en Latinoamérica.
En 2021 no sólo estuvieron activos en su país y en plataformas sociales, además arrancaron proyectos solistas y, al cierre del año, nos dieron un nuevo álbum.
Casa Francisco es el argumento a favor de su evolución y de la buena química que el cuarteto -complementado por Julianna Strassacapa y Andrei Martinez,- genera en su trabajo colectivo de composición.
Otro gran título que da continuidad a la fuerza exhibida en sus ya clásicos Soltasbruxa (2016) y Rasgacabeza (2019).
A lo largo de cinco décadas de trabajo, Caetano Veloso nos ha mostrado los diversos ángulos de una obra que fluctúa entre tradición y experimentación.
De pronto, el icónico tropicalista recurre a una instrumentación de aire cinematográfico, anudando cuerdas y metales, como magistralmente emprende en el tema que bautiza su disco de 2021, Meu Coco.
Pero también tiene un lado oscuro y eléctrico, aquí presente en “Anjos tronchos”, la que nos recuerda sus desembarcos junto a Arto Lindsay en aquellos célebres discos O Estrangeiro (1989) y Circulado (1991).
Paradójicamente, muy en la manera en que hiciera Dylan en su Rough and Rowdy Ways (2020), Caetano emprende un largo recorrido por muchos recuerdos y homenajes que hace a su melomanía, pero también habla de nuestro tiempo presente y de lo que política y socialmente ha vivido su país en tiempos recientes.
En cuanto a lo musical, el bahiano le guiña el ojo no sólo a varias tradiciones propias como en el delicioso samba en “Sem samba não dá”, también suelta una ráfaga de ároma a tango en la muy nacionalista “Enzo Gabriel”, o se arrima al fado, acompañado de la portuguesa Carminho, en “Vocé-Vocé”.
Un Caetano absoluto y pleno, a sus 78 años, que irradia erudición y pasión al mismo tiempo.
Más una obra experimental que un disco pop, lo que hace el productor Mbé (Luan Correia) va del arte sonoro al sampleo, de la composición al abstracto.
Cada pieza de las 7 que incluye Rocinha sugiere un viaje hacia un paraje de sonido por demás original. Respalda su aventura Juçara Marçal quien participa en dos tracks de un disco inclasificable y poderoso de muchas maneras.