Buen camino Elza

Buen camino Elza Soares. La Banda Elástica. Por Enrique Blanc

El 20 de enero detonó la terrible noticia del fallecimiento de Elza Soares, la cantante brasileña de más de 90 años a la que sólo la pandemia pudo frenar; quien viviera una increíble recta final de su vida, llena de actividad y haciendo lo que más le gustaba hacer: cantar en vivo.

Este texto se centra en su álbum Deus e Mulher (Dios es mujer, vaya afirmación proviniendo de quien viene, una mujer que se abrió camino en la vida con valentía), pero bien sirve para rendirle tributo y recordarla en el momento en que se fuga de nuestra realidad. ¡Que grande eres y serás Elza Soares!

“Mil naciones moldearán mi cara / Mi voz, la uso para decir lo que se calla / El país mío, es mi lugar de habla…”

Estos son los primeros versos de “O que se cala” (Lo que se calla), el primer track de Deus e Mulher, el increíble álbum que la cantante brasileña Elza Soares lanzó al mercado en 2018. La canción combina tres de las mejores cosas que la música del país sudamericano ha producido.



Una, la voz de ella, única y legendaria en vida; con ese timbre oscuro y áspero que atrapaba apenas invadía el aire. Dos, el toque inconfundible de las manos de Kiko Dinucci, el guitarrista de São Paulo que vuelve a la carga luego de haber tenido un rol protagónico en A mulher do fim do mundo, el álbum que en 2016 rescató a la cantante del olvido y la llevó a recuperar el lugar que tuvo en algún momento, años atrás, como una de las grandes voces de su tierra.

Y tres, las contribuciones al disco que junto a Dinucci hacen otros dos integrantes de Passo Torto —ese proyecto musical digno de conocerse—, es decir el también guitarrista Rodrigo Campos y el bajista Marcelo Cabral. Algo de lo más virtuoso de esa nación en una hipnótica y virulenta canción de casi cuatros minutos.

A los brasileños les agrada colaborar entre ellos a menudo, hacer el ego a un lado y disfrutar en complicidad de la magia de la música, que en su país, valga reiterarlo, tiene una condición por demás reconocible y especial, irrepetible.

Producto de este gusto es Passo Torto, el proyecto que varios músicos han hecho en solidaridad, los tres antes mencionados junto a Romulo Fróes y, en ocasiones, Ná Ozetti.



Pero sin duda una de las asociaciones que más atrapan la atención y que mejores cosas lograron en los años recientes es la de Soarez con Dinucci. Ella, con calidad de leyenda, lo reitero, con una historia que no deberá tardar en ser llevada a la pantalla, tan compleja, adversa y maravillosa a la vez, como las de Billie Holiday o Edith Piaf, a sus 81 años tuvo un retorno impetuoso para demostrar la potencia de una voz curtida a desvelos, infortunio y, sobre todo, pasión artística a rajatabla.

Él, una figura que sigue creciendo en el horizonte musical brasileño por su tino para elegir colegas de trabajo y de hacer trascendente música de vanguardia sin recurrir al jalón que suele tener la juventud en ello. Un talento que ha encontrado en sus múltiples proyectos —Metá Metá, los suyos como solista, y el antes citado, Passo Torto—, razones para sacar lo mucho que su imaginación musical tiene para ofrecer.

Además de “O que se cala”, Deus e Mulher está lleno de sorpresas. “Língua solta” es otra canción hecha para Elza Soares, que aquí entona con rabia y experiencia a la vez. Está escrita por Fróes y tiene un aire dramático que le va exacto a su ineludible voz, arropada en un envoltorio musical que suena enteramente contemporáneo. Una canción oscura que perturba, al tiempo que atrapa.

“Hienas na TV” tiene una sonoridad más brasileña, marcada en sus primeros segundos por un berimbao, que luego juguetea con la guitarra de Dinucci y gana, hacia su mitad, un sobrio acompañamiento de cuerdas que le otorga un aire cinematográfico. Su título, nada complaciente, ya hace que pensemos irremediablemente en más de una figura de ésas encumbradas que suelen aparecer a menudo en la pantalla de nuestro televisor.

“Clareza” es otra de las que atrapan de golpe. Original de Campos, lleva guitarra y sintetizadores en un acompañamiento que tiene una serie de recursos de percusión (surdo, tamborín, güiro, agogó, etcétera) que la salpican de originalidad y que constatan esa forma muy particular en que trabajan los brasileños ese componente musical.

Y “Deus há de ser” la última del álbum, en la que la Soarez acata el ritmo frenético de una canción que va generando un caos sonoro a medida que avanza, un ejemplo más del inquietante delirio que en muchas ocasiones resulta ser la música en Brasil.



Sirva este repaso para recordar a la gran diva brasileña en el triste momento de su partida. Una mujer que vivió incontables episodios de forma intensa, escandalizando a su país, pero a su vez demostrando su determinación a la hora de asumir su destino.

Algo de lo mucho que aún encandila de su vida, es el hecho de haberse enamorado de un Garrincha —aquel futbolista espectacular, para muchos el puntero derecho más increíble de la historia— , entonces casado; y entrar en una relación con él que perduró a lo largo de 16 años.


Imagínalos, dos estrellas surgidos desde los submundos de su pueblo, que enfrentaban demonios cotidianos: el alcoholismo de él y la frustración de ser señalada por su pueblo de ella. Eso, más allá del hecho de que previamente Soares había sido madre a los 12 años, y había enviudado a edad temprana, haciendo frente a un destino marcado por la miseria con cuatro bocas para alimentar y darles sustento.

Allí queda su legado para recordarla y celebrar una voz que nos ha acompañado por la línea de tiempo que nos ha tocado vivir. Discos como Deus e Mulher, A mulher do fim do mundo; el último que dio a conocer en vida, Planeta fome, o alguno de los muchos que una discografía abundante y luminosa como Do cóccix até o pescoço, de 2002 —con su salvaje grito de denuncia al racismo: “¡La carne más barata del mercado es la carne negra!”, quedan allí para que recurramos a ellos y sigamos constatando su grandeza.

Buen viaje Elza.



https://open.spotify.com/playlist/37i9dQZF1DX5gsV8r2q72P?si=46807687c88749b1

Por: Por Enrique Blanc

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