“Jessico” de Babasónicos siempre me sonó un poco como a la banda sonora de una peli porno del espacio; sensual, misterioso, algo sucio y pervertido. Una epopeya sonora cinematográfica con escenas de sexo absurdo y llanuras interminables -onda western- bajo un rojizo cielo marciano.
Jessico fue un disco que aterrizó al pop lo que nunca fue pop y que, con espinas en la lengua, dijo cosas que pensábamos y no nos atrevíamos a decir.
La Banda Elástica
Veinte años después sus canciones no solo siguen vigentes, sino que siguen sonando modernas y resonando en esa frecuencia única que lo convirtió en el disco que invitó al rock latinoamericano a pasar al siglo XXI. Para celebrarlo, la banda argentina lanzó en Spotify su primer podcast original, en el que desmenuzan la historia de una de las obras más aplaudidas del rock en español.
“Jessico”, maravilla total, fue editado el 25 de Julio de 2001 por Popart Discos y co-producido por la banda junto al norteamericano Andrew Weiss, que venía de trabajar con Ween y Butthole Surfers. Con hits que marcaron una época como El loco, Rubí, Deléctrico, Los Calientes y Fizz, este disco freaky y lleno de personajes contraculturales catapultó a los de Lanús hacia el mainstream y la escena internacional.
No por nada muchos ubican a “Jessico” entre las 20 obras más importantes de la historia del rock argentino. La frase extraída de la canción Camarín y que da nombre al recién lanzado podcast de Babasónicos lo resume todo con alucinante perfección: Tan freak y tan popular.
El fin que nunca llegó…
“¿Qué me parece? Jessico es muy buen disco, yo que sé. Todos los discos me parecen iguales, ¡buenísimos!”
Adrián Dárgelos
El carismático Adrián Dárgelos suelta la frase anterior apenas arranca el primer episodio de los 4 que tiene el podcast. El cantante y compositor de Babasónicos no duda en poner a “Jessico” un escalón por encima del muy psicodélico “Miami”, en donde ya se alejaban de un núcleo más rockero para coquetear con loops y secuencias, pero sin llegar a la síntesis y la sublime dimensión estética que alcanzarían 2 años después.
El invierno del 2000 fue frío y especialmente gris para la República Argentina; con el fin de la cortina de humo menemista de la paridad peso/dólar, la economía se fue a pique y con ella la estabilidad de un país al que sólo le quedaba ese orgullo tan oriundo. A Babasónicos no le iba mejor: acababa de perder su contrato con Sony, a su manager y a DJ Peggyn.
Aunque aún había mucho fuego en la relación con su público, la crisis dejaba además poco espacio para los conciertos. La situación era un poco de la mierda y las cosas estaban como para largarse a unas vacaciones indefinidas o mandar todo al hoyo del culo; pero decidieron darle cara haciendo los pocos conciertos que se podían hacer. Era un momento raro, medio bohemio; casi inspirador.
El récord de convocatorias en sus shows, sumado al estudio que armaron -con sus propias manos- en una casa que Adrián y Diego “Uma” Rodríguez habían comprado en Tortuguitas, le dieron a la banda un segundo aire que se plasmaría en el disco que haría historia.
Ahí, en una especie de bunker contra la adversidad, sin aire acondicionado, respirando polvo a veces, y en el oasis de una vorágine de experimentación musical que no había tenido pausas, se forjaron las canciones que darían vida a eso que llamaron “Jessico”, nombre que parece salido de algún pasaje bíblico, pero que fue más bien una joda sobre un tal Gládison y esta fonética con una identidad algo trans.
Ahí encerrados, como intentando jugar al fútbol en una mesa de ping-pong, buscaron exagerar el presente lo más posible para poder imaginar la música del futuro dejando de lado las autorreferencias y reinventándose a través de la síntesis, el delirio administrado con cuentagotas, la ironía y el uso de la pureza estética para envolver como caramelos historias que estaban más cercanas a lo sórdido y lo bizarro.
¿Va a venir el eléctrico?
El cómo se generó este sonido tan innovador va envuelto por un cierto halo de misterio, pero definitivamente influyó el uso de secuenciadores, sintetizadores, sonidos sampleados y loops; todo fue mucho más automatizado y apretado de lo que venían haciendo anteriormente. Si bien en Miami habían mostrado algunos destellos de estos elementos, fue su simplificación a la hora de incorporarlos lo que los convirtió en armas mucho más precisas y afiladas.
Además, contar con estudio propio dio la posibilidad de una búsqueda más profunda y compenetrada, en la que se dieron el lujo de secuenciar y procesar los sonidos que terminarían por convertirlos en unos adelantados de la escena alternativa latinoamericana.
Pero no fue solo el sonido. La raíz surrealista de muchas de sus canciones terminó por darle al disco ese carácter tan único y tan inesperadamente místico. Deléctrico nació de los retrasos del tristemente fallecido babasónico Gabo Manelli, quien se había auto-adjudicado la instalación eléctrica del estudio y la banda agarraba para la joda cantando “va a venir o no iba a venir”.
Fizz no tenía espacio en el disco y trajo la corrupción electoral a su democrático sistema de toma de decisiones. El loco, con la que seguramente más de una vez me enamoré o lloré, se grabó con un Shamisen que el gobierno de Japón le había regalado a Menem y Menem a Charly García a modo de tregua. ¿Los Calientes? Me conformo con decir que es la joya que mejor define el delicioso delirio astral que es “Jessico”.
“Tan freak y tan popular: Jessico 20 años” te invita a navegar por los canales canábicos de la mente, para llegar a la sucesión de big bangs sinápticos que construyeron el disco que pondría a Babasónicos en el mapa mundial y en lo más alto de la escena latina.
Nunca, confiesan sin pudor, se imaginaron que 2 décadas después, se seguiría hablando de la magia incorrecta, romántica y por momentos depravada de Jessico.
Fúmate un Jessico! Escucha aquí los 4 episodios de “Tan freak y tan popular: Jessico 20 años”.
