Puta es el octavo álbum en la discografía de Zahara —que incluye otros títulos a descubrir como Astronauta (2018) y Santa (2015)—, un álbum que, en principio, reinventó a su autora, quien si bien ya se había ganado un lugar relevante en la escena musical de su país, más orientada a la canción de autor y el rock, ahora incursiona en la canción electrónica.
Pero si su parte musical llamó de entrada la atención de propios y ajenos, fueron las letras el ingrediente que le trajo al álbum una atención inusitada no sólo en su país, sino también fuera de éste. Sobre ello la española profundiza en esta charla.
Baste decir que, en general, se trata de una obra en la que ella recupera varios de los episodios de su vida en que como mujer se ha sentido maltratada y humillada, por hombres sobre todo, pero también por instituciones.
Una catarsis sin medios tonos que exhibe la fuerza e imaginación de su autora tanto lírica como musical.
“Siglos en que la voz de la mujer ha sido silenciada“
¿Cómo has sentido el impacto de Puta en lo general, y qué te ha dado en lo personal?
Si que he notado que ha trascendido de una manera que ni me imaginaba, y a un nivel tanto personal como profesional. El sólo hecho de escribirlo a mí misma me ha transformado. Exponer los traumas de mi infancia me ha llevado a tener conversaciones con mi familia que no había tenido nunca.
Ha sido también un cambio en mi manera de respetarme a mí misma, de comportarme con los demás. En ese sentido ha sido muy importante haberlo hecho. Y el resultado también ha sido muy importante porque ha calado no sólo en mis seguidores, sino en mucha gente que no me conocía o que hasta entonces no le gustaba mi música.
Además de cómo ha sido también la repercusión mediática que ha tenido. Ha sido considerado uno de los mejores discos del año pasado y ha tenido muy buenas críticas en las revistas especializadas.
Ha sido muy impactante a todos los niveles, tanto el hacerlo como la repercusión que ha tenido, algo bestial, inesperado y transformador.
¿A qué lo atribuyes? Sobra decir que atrapa el aire de la época, el momento en el que las mujeres están contando historias que quizás no habíamos escuchado o no habíamos querido escuchar antes. ¿Qué dices al respecto?
Como dices, no diría años ni décadas, sino siglos en que la voz de la mujer ha sido completamente silenciada. Y es el momento, con las últimas olas feministas, los últimos años, que creo que hay un cansancio por parte de las mujeres de vivir en ese segundo lugar.
Yo, como oyente, como persona que consume música, literatura, cultura, necesito también escuchar la voz de otras mujeres. Cada vez me apetece mas leer libros escritos por mujeres, porque los personajes de mujeres escritos por hombres ya me los sé.
Tengo ganas de leer de otra manera y ver personajes femeninos escritos por mujeres, y personajes masculinos escritos por mujeres. Creo que es interesante que las mujeres ocupen lugares en la cultura, en la ciencia, en la política, porque sencillamente no está sucediendo con la importancia, la relevancia y la equidad que se necesitaría.
Entonces creo que sí, que es un momento de atención a las mujeres. Yo no pensaba tanto si socialmente era o no un buen momento para hablar de esto o no. Sí que me di cuenta de que podía.
Quizás en otros años no me habría atrevido por mucha necesidad o muchas ganas que hubiese tenido de hacer un disco como éste. No habría sido capaz de hacerlo. Y es verdad que ahora este disco responde, para mí, a un “me da igual todo”.
Ésta es mi historia, esto es lo que he vivido, y lo voy a contar tal y como sucedió, o por lo menos tal y como yo lo viví.
I. Profundizar en Puta y sus canciones
¿Qué detona estas canciones? ¿Cuándo dices quiero abordar estas temáticas? ¿Qué pasó en tu vida que tienes esta catarsis?
Confluyeron tres situaciones, tres momentos. Uno fue que yo sí sabía que quería titular este disco Puta, aunque quería hacer un disco que no hablara de mí. No quería hacer un disco autobiográfico, quería hacer un disco que hablara de la situación de las mujeres, pero concretamente de las mujeres en la música.
Quería hacer un disco más universal y menos personal. Pero lo siguiente que sucedió fue la pandemia, y estuvimos privados de vida social, en mi caso de conciertos, que es mi profesión principal… Al verme alejada de lo que es y era mi vida, entré en una depresión bastante profunda.
Una de las cosas que descubrí, es que a lo largo de mi vida siempre había tenido una tristeza constante, que superaba siempre gracias los conciertos; es decir, la música para mí era un chute de energía tan brutal que conseguía esconder o desviar la atención de la tristeza y de mi propia realidad que me tenía como ocultada de mí misma.
Y el tercer acontecimiento importante ha sido la presencia, desde un año antes de escribir el disco, de mi sicóloga Paula, con la que yo ya estaba ahondando en los traumas de mi infancia, que son los que revelo y cuento en este disco.
Entonces, pasó todo eso: desde la necesidad de hablar de las mujeres, con este confinamiento donde intento superarlo, y entender lo que está sucediendo a través de las canciones y con mi sicóloga. Eso da lugar a Puta, este disco autobiográfico donde cuento absolutamente todo.
“Descubrí que a lo largo de mi vida yo siempre había tenido una tristeza constante que superaba siempre gracias los conciertos“
En “Merichane” relatas historias muy propias, incluso recuerdas un momento cuando una multinacional te quiso vender sueños de humo.
Cuando yo estuve con Universal, que fue mi primer contacto con la industria de la música, tenía 28 años; hacía canciones, tocaba en salas pequeñas de Madrid, muy míticas, como Libertad 8. Y aparece este sello, esta multinacional, que quería grabarme un disco.
Al inicio, yo me sentía como muy deseada por parte de la discográfica. El problema que tuvimos, principalmente, fue que nunca me permitieron ser yo misma. Si ellos habían sido los interesados, ¿por qué era tan difícil hacer las cosas como a mí me gustaban? Yo no podía comprender eso.
Que siempre se me tratara con muchísimo paternalismo; que tuviéramos reuniones de dos horas en las que no se concretaba nada, en las que se me decía “sí” a todo. Pero luego había una llamada de dos minutos en la que lo que se decía era casi lo contrario de lo que habíamos acordado en la reunión.
Sufrí mucho en este sello porque todo el rato veía minada mi creatividad, mi energía, mi esencia. Tenía la sensación que querían convertirme en la copia de alguien. Que en lugar de ver quién yo era, estaban intentando convertirme en otra artista.
Y para ellos también fui, no sé si exista esa expresión allá, pero “un grano en el culo”. Fue algo súper molesto, porque yo quería hacer cosas que para ellos eran impensables, o procesos que llevaban trámites burocráticos o logísticos muy complicados. Al final, siempre se me daban largas y nunca se hacían las cosas como yo quería.
Para mí fue importantísimo irme de allí, para poder tomar el control de mi carrera, de mi vida profesional. Por eso les cae puyita en esta canción. Creo que no les ha gustado mucho.
En “Sansa” hablas del acoso, pero es un acoso distinto, elocuente en frases como: “De todos los hombres que me han maltratado, tú eres el único que más me ha destrozado.”
Yo soy una mujer que hace 19 años sufrí un relación de maltrato, pero principalmente maltrato sicológico. Y, a lo largo de mi vida, por desgracia, me he encontrado con hombres que, de alguna manera u otra, también me han maltratado.
Pero siempre quedará presente ese maltrato sicológico; el que no llega a ser físico, es casi más devastador. Porque primero no te deja ninguna prueba con la que sientas que puedas ir a denunciarlo.
Yo, lo primero que me sentía, era completamente insegura, desvalida, pequeña, insignificante. Y era consciente de que me lo estaba provocando él, pero no tenía ninguna prueba. A veces, incluso, quería que me pegara, porque así podía ir a la comisaría y enseñar un moretón o una herida en mi cuerpo que dijera “está pasándome esto”.
Sin embargo, yo no sabía cómo mostrar las heridas de mi alma, de mi personalidad; las heridas que me estaba provocando. Y para mí fue devastador, porque ese tipo de maltrato luego me impedía relacionarme con los amigos, con las amigas, hasta con la familia.
Y me pareció importante hablar de ello, de poner el foco en el maltrato sicológico porque, obviamente, todos los maltratos son terribles, son denunciables, son algo que ojalá no sucediera, pero a veces me da la sensación de que el maltrato sicológico está como integrado en nuestra sociedad y lo asumimos, lo justificamos de alguna manera como: “bueno, son cosas de la relación”, “es normal cuando te llevas mal” o “no todo es perfecto”.
Como que no hay una barrera entre una discusión que puede ser sana, una relación en la que no siempre estás de acuerdo en todo, lo cual es lógico, y una relación de maltrato. Para mí, esa canción era importante.
Y se llama “Sansa” por el personaje de Sansa Stark de Juego de tronos, la serie, porque hay un momento en el que a la pobre, sin hacer mucho spoiler, le pasa todo.
II. Metamorfosis musical
Con Puta también hay un cambio drástico en lo musical, y ahora vas más a la electrónica. ¿Cómo se dió y con quién trabajaste para ello?
Desde el disco anterior, Astronauta, en mi formación estaba Martí Perarnau IV, que es quien es el productor de Puta. Conmigo él tocaba los sintetizadores, y con él aprendí muchísimo de música electrónica.
Me empezó a enseñar artistas como LCD Soundsystem, que hacen canciones pop, interpretadas por una banda, pero donde hay muchos sintetizadores de todo tipo, cajas de ritmos, y me quedé fascinada, porque a mí la electrónica, desde el desconocimiento absoluto, era algo aburrido y sin alma que, conforme fui comprendiendo, escuchando y sintiendo, me di cuenta de que para nada era así.
Cuando escucho a Thom Yorke, siento que hace llorar a las máquinas y que esas máquinas me hacen llorar a mí. Hay una emoción preciosa. Por ejemplo, en su último disco, Anima, que es una barbaridad, hay una canción que se llama “Dawn Chorus” que es espectacular. Y me di cuenta de que la electrónica estaba en nuestra vida de una manera más integrada de lo que yo imaginaba desde mi lugar prejuicioso y alejado.
Y así fue como llegué a Caribou, a Floating Points, a artistas que hacían canciones y además música electrónica. Y me fascinó. Entonces, con Martí, esos viajes en furgoneta hacia la sala en que tocaba ese fin de semana, eran viajes en los que me iba descubriendo música, en los que pasábamos horas y horas, leyendo artículos sobre estos músicos y viendo conciertos…
Juntos montamos un proyecto paralelo a mi carrera que se llama _juno, que de hecho es el nombre de un sintetizador, y allí descubrimos nuestra propia electrónica. Inspirados un poco en Sufjan Stevens, en esta manera de hacer canciones muy bonitas, muy pequeñas, con elementos electrónicos que están allí, pero que no es techno.
Y uno de los motivos también que me llevó a hacer un disco tan puramente electrónico, es que estábamos encerrados en casa y lo que teníamos a nuestro alcance eran nuestras máquinas. Un sintetizador, que es un Moog, con el que hacíamos los bajos; un Juno con el que se hacían las armonías; todo eso procesado con un Ableton, que es el programa para grabar en la computadora, cajas de ritmos.
Y partimos de allí, de lo que teníamos, para ver cómo debía que ser el sonido de este disco; que igual era un disco que las letras nacían del aislamiento, la música también. Y creo que al final, todo en sí mismo tiene esa unidad, de intentar contar con la música la misma historia que se cuenta con las letras.
III. Otros proyectos
¿Dónde se puede escuchar _juno?
Esta en las plataformas de streaming. Nuestro único disco hasta la fecha, que se llama _BCN626. BCN como el aeropuerto, y 626 porque es una habitación de hotel. Está el disco entero. Es un disco en paralelo y, aunque seamos él y yo también haciendo música, la idea es que no tenga nada que ver con Zahara.
Las letras las escribimos entre los dos, la música, lo produjimos juntos. Es un proyecto muy bonito para mí porque me lleva a crear desde otro lugar, hacer canciones con otras temáticas. De hecho, este disco de _juno es como muy carnal, todo sucede en una habitación de hotel, y es la relación de dos personajes a los que puedes observar a través de la mirilla. Era un poco nuestra intención.
Has incursionado también en la literatura con una novela, Trabajo, piso, pareja, ¿de qué va?
Es un libro que escribí hace unos cinco años, entonces todavía estaba en el inicio de la treintena, y quería hablar de algo que es muy generacional: lo complejo que resulta, en este momento de nuestra vida para los treintañeros, tener una relación estable, poder invertir en un piso, además compaginar eso con nuestras vocaciones.
Una de las cosas que creo que le pasa a mi generación es que queremos trabajar de nuestro sueño. Somos una generación que ya no nos vale con encontrar un trabajo, sino que queremos ser artistas, periodistas, maestros, porque lo sentimos.
Sentimos que es para lo que hemos nacido y lo que más felices nos hace. Y a veces, creo que esa entrega complica un poco compaginarlo con la idea romántica, que a la par nos han metido en la cabeza, sobre encontrar una pareja para toda la vida, que es algo que cada vez más es ya no sólo difícil, sino que para nuestra generación ya no tiene mucho sentido.
Entonces, en el libro cuento la historia de dos personajes, que son por un lado Marco y, por otro, Clarissa. Cada capítulo lo habla uno de ellos. El primero está escrito por él, el segundo por ella, y así sucesivamente.
Y entonces vas viendo desde que no se conocen, hasta que se encuentran, y lo que va pensando cada uno. Fue muy estimulante para mí escribir un libro como éste, me pilló justo antes de mi maternidad, cuando tenía tiempo de escribir una novela y dedicarme cuatro meses de mi vida sólo a escribir, que era aparte como insólito.
Y la verdad fue muy bien recibido aquí. Fue una experiencia brutal escribirlo, aprendí de mí y luego me sirvió para hacer discos más conceptuales, porque desarrollar todo con un esquema, tener muy claro lo que quería contar, todo eso nutre un oficio con el otro.
ZAHARA