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Trillones: música para estadios de tercera división

Conversé con Polo Vega, un creador sin ataduras y que no repara en explorar las posibilidades de la música en la era del afterpop.

Una conversación desde una cancha imaginaria

Desde el norte de la República Mexicana las cosas se aprecian desde otra perspectiva y la música no es la excepción; es por ello que radicado en Mexicali, Trillones, el proyecto que encarna Polo Vega, nos sorprende con un álbum que desde su título descoloca al escucha: Música para estadios de tercera división (Independiente, 2022).

Se trata del sucesor de Tal vez sí existe del 2018 y en el que tras pertenecer por varios años al movimiento de electrónica de vanguardia, el músico se ha sumergido en un proceso de apropiación de diversos estilos de la música popular y llevado hasta su terreno a la cumbia o los corridos -por citar dos ejemplos-.

Conversé con Polo Vega en el entendido de que se trata un creador sin ataduras y que no repara en explorar las posibilidades de la música en la era del afterpop.


“Atlético Depresión”

Hay una frase que se suele aplicar al Atlas de Guadalajara: “Yo le voy al Atlas, aunque gané”; siento que guarda cierta relación con un título como Música para estadios de tercera división… que reivindica al llano, al deportista casi amateur. ¿De dónde salió la idea para aplicarla a un disco?

De querer hacer música para un lugar que no existe, o un lugar que quizá no quisiera que esa música fuera parte de él; al menos acá en el noroeste de nuestro complicado país no existen estadios de tercera división. 

También surge del absurdo, de la imaginación; de crear posibilidades e invitar a quien escuche a validar la imaginación como generadora de lugares posibles e imaginarios, de nuevos caminos, especialmente alrededor de todo lo que vivimos actualmente en lo que nos gusta llamar “realidad”.

El Atlético Depresión (un equipo inventado por Trillones y nombre de una pieza), tiene sobre su escudo una media estrella en el uniforme. Con eso creo que también se dice mucho.

“La ilusión de ascender”

Trillones se dio a conocer como un proyecto instrumental; cuéntanos como fue el proceso para incorporar voces. Supongo que te sientes también cómodo al cantar -eso se nota-.

Hubo un momento donde empezó a surgir una necesidad de transmitir/comunicar de otras formas; de agregarle capas y posibilidades. Y ahí estaba un camino posible con la voz, incluirle letras, y jugar para llevar todo esto hacia otro lugar inédito para mí.

Para cierta parte de la música de vanguardia, el pop reviste algo de desprecio o miedo; pero también parece que nutre a muchísimos artistas. ¿Estás de acuerdo con que las fronteras entre géneros tienden a desaparecer? 

Definitivo; afortunadamente, estamos tumbando esas bardas innecesarias y quitando muchos prejuicios del camino. Yo entiendo al pop sencillamente como la música que tiene la posibilidad de conectar con un mayor número de personas, pero fuera de eso, no le veo estructuras o reglas ya puestas en piedra o en acero; más bien es como un playground donde puedes echarte una vuelta a jugar y tratar de ser lo más honesto contigo mismo, y entonces crear y conectar con la otra persona.

“Disparas oro”

Anteriormente ya había apuntado que un rolón como “Apago mi radar” pudo haber sido firmado incluso por Café Tacvba. ¿Cuándo te diste cuenta de sus conexiones con ese tipo de artistas y de su enorme potencial para vincularte con un público más amplio?

Pues no surgieron en ese orden; más bien primero las hice como me salieron naturalmente, y ya viendo lo que generan estando afuera, me doy cuenta que tienen ese potencial; es bien lindo que van varias veces que distintas personas me mencionan a Café Tacvba, como algo que asocian al escuchar mi álbum; gran halago, totalmente sin intención de mi parte, pero veo perfecto en donde encuentran tal asociación. 



La cumbia es un género que existe en todo el continente americano; ¿Cómo fue que surgió “Amor rebajado”, que es una adaptación de lo que hacen los sonideros, principalmente los de Monterrey?

Jugando, tal cual; jugando con el pitch de la voz, mandándolo hacia abajo, pero esa práctica surge también de muchas fiestas que organizaba en mi Mexicali durante los últimos años, donde la cumbia era uno de las líneas principales que sonaba en aquellos reventones candentes; se trataba de disfrutar con la cumbia, de bailar y ver muchas sonrisas bailantes en las personas con esos ritmos contagiosos de fondo. Se volvió parte de mi día a día. De eso y de sentir lo mismito que dice la letra.



“Repechaje”

¿A qué se debe que todos los temas del disco, independientemente de su estilo musical, tengan una duración tan breve?

Pues así salieron; mmmmm, no hay una intención premeditada, voy trabajando la canción, hasta que ya se siente bien, terminada, y con en esas duraciones se sentían así; ya cuando exporté todo el álbum y me di cuenta que QUINCE canciones apenas rebasan los 40 minutos, fue donde reparé en que estaban bien breves, pero pues ya estaba hecho; así las dejé suceder y venga, “va pa’rriba” a subirlas a plataformas y listo.

“La troca tronada” y “La última despedida” tienen que ver con los corridos norteños; ¿cómo fue tu enfoque para abordarlos?

También, desde lo más lúdico, desde la música que forma parte de entorno; acá en mi casa, en mi cuadra, en mi barrio, el vecino de la tienda de al lado me despierta con ellos mientras carga su camioncito, mis compas los ponen de fondo con unas caguamas, y a mí me encanta la banda y el norteño; es también algo de lo que más escucharías en las fiestas que te mencioné antes. Como dice la canción: “Yo jalo”.


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