En su participación en Circulart, el mercado musical que se celebra en Medellín, Colombia, La Muchacha, natural de Manizales y hoy radicada en Bogotá, se presentó en una modalidad distinta, acompañada por un bajista que, como en esta charla con ella se puntualiza, le dio a su voz un tono más dramático, además de revelarle una nueva forma de presentarse en vivo, distinta a como suele hacerlo con su sola guitarra.
Las canciones de La Muchacha ganaron relevancia en el marco del llamado “despertar colombiano”, el movimiento que agitó la calles de distintas ciudades en las que muchos jóvenes como ella se manifestaron y expusieron demandas a un gobierno que no los toma en cuenta.
En 2018 dio a conocer su primer álbum, Polen. Pero fueron sus dos siguientes los que la convirtieron en un referente de la nueva canción latinoamericana, es decir Canciones crudas (2020) y Más canciones crudas (2021), de los que se desprenden temas emblemáticos como “El favorcito”, “La parcera”, “Chao mi amor” y “La sentada” que dejan muy en claro su estética marcada por la austeridad, la sencillez y la espontaneidad.
En esta conversación, Isabel Ramírez Ocampo nos habla sobre el rápido desarrollo de su carrera.
¿Por qué razón te mueves a Bogotá, para desarrollar tu carrera en una ciudad con más oportunidades?
Por diferentes circunstancias de la vida. Yo no tenía ese plan, porque digamos que, económicamente, (la ciudad) no me daba todavía. Pero sí estuve mucho tiempo yendo, recurrentemente, viajando a Bogotá, tocando allá. Y en la pandemia me quedé. Me establecí en la casa de Vane, que es mi productora, con su compañera y su perra.
Y ahora somos una familia. Somos las tres, vamos pa’ arriba, pa’ abajo, juntas. Y eso es muy bonito. Ellas me recibieron en casa hasta que me paré económicamente. Y la pandemia también trajo un crecimiento en los números de las reproducciones digitales que yo nunca había visto.
Y estoy agradecidísima con la gente. Y eso fue lo que me hizo decir también “acá se mueve la cosa, pues vamos a camellar, a trabajar duro”. Y el sello está en Bogotá. Me queda más fácil grabar allí.
Y estoy programando bastantes cosas en la ciudad.
¿Cómo entras en contacto con In-Correcto?
Ellos me contactaron. Después del festival de La Tigra, el que organiza Edson Velandia en Pie de Cuesta, Santander. Allí, Santiago Álvarez, una de las cabezas del sello, me buscó y me dijo que quería hacer un toque en Bogotá conmigo y con Gato E’ Monte.
“¿Qué tal te parece? Nosotros te pagamos todo”. Le dije: “listo, pana, vamos a hacerlo”. Y después de ese toque, él se acercó y me dijo, “salió muy hermoso, queremos grabar contigo”. Y yo, “parce, de una, sin pensarlo”.
Y ha sido muy especial, porque es un trato tan horizontal con el sello. Viene de otros lugares que desdibujan las dinámicas de la industria musical y eso me gusta bastante.
Asumir el alter ego de “La Muchacha”, con la idea de perder la identidad, ser una “muchacha” tal cual de tantas, ¿por qué razón?
Fue un descubrimiento, una casualidad. Por una canción de Sabú que dice “muchacha, pájaro, mi cielo azul”. Y yo empecé, dije: “muchacha pájaro”, eso me suena, qué rico. Y ya estaba haciendo mi proyecto. Eso fue como en 2016, 2017 y dije, “creo que quiero que se llame Muchacha Pájaro”.
Esa frasecita se me quedó y ya después dije, “el pájaro, no”. Soy sólo una muchacha, y allí entendí. Es coloquial, es una vaina, una palabra con la que se puede encontrar a mucha gente y simplemente lo dejé así.
Y ya después, cuando me puse a investigar la etimología del término, es una cosa bien despectiva que califica a las mujeres que sirven en las casas, la muchacha del servicio, todos los oficios domésticos, y claro que siempre están bajo las órdenes de un patrón que las contrata…
Y yo dije “pues no, esta muchacha no va a lavar los platos, esta muchacha los va a romper”. Y me gusta que esa muchacha sea otra que no tiene pelos en la lengua, que está tratando de perder el miedo, que no le da miedo montarse a un escenario sola y tratar de comerse un teatro grande sólo con su voz y su guitarra.
Es un reto para la seguridad propia y chévere porque claro, ya cuando esté viejita ya no va a funcionar. Y tendré que ser La viejacha u otra cosa. De allí viene y la gente lo recuerda y le parece gracioso y coloquial y orgánico también y simbólico, lindo.
Esta idea de menos es más, de una canción muy desnuda, muy directa, que recuerda de cierto modo lo que hacen Edson Velandia y Gato E’ Monte, ¿cómo la asumes?
Hay muchas maneras de asumir eso, como perderle el miedo a jugar con esos pocos recursos que hay, a pesar de que tenga la cabeza llena de ideas para hacer otras cosas, de pronto un poco más complejas, con bajo y batería.
Igual es como darse la posibilidad de tener esos recursos disponibles y de acogerlos y simplemente crear. Soltar un poco la idea del error en el escenario, por ejemplo. Y la gente también chévere que entienda que también esas cosas pasan.
Y pues nada, yo trato de asumirlo también con mucha responsabilidad, no musicalmente sino con las ideas que quiero expresar, las palabras que yo escribo están siendo palabras pesadas, que están relatando todo este contexto social colombiano, político, muy complejo todo el tiempo al que no puedo ser indiferente.
Y también asumo esa crudeza del formato con la crudeza de nuestra realidad, y me gusta plantarme en esa idea de que esas palabras que estoy diciendo tienen una consecuencia en este contexto en el que vivimos. Entonces, trato de pensarlo bastante y de acogerme a esas mismas consecuencias.
¿Hay una tradición de la canción de denuncia en Colombia? ¿Cómo te identificas con esta misma? ¿A quiénes te sientes cercana?
Me siento totalmente identificada. Digamos que no es la única etapa que quiero explorar de mi trabajo. Me gusta también hablar de cosas banales, de la canción del juguito, de otras cosas, porque me parece importante que no me encasillen y yo misma no quiero encasillar mi trabajo en esta vaina donde de pronto me están poniendo siete banderas de siete luchas diferentes.
Porque también está la lucha feminista, porque soy mujer y todo lo que eso implica. Es la etapa que estoy viviendo y necesito sacar todo lo que sea posible porque esas canciones me llevan mucho a aprender cómo es mi posición política frente al mundo, frente al planeta y al país que habito.
Me siento muy cercana con Edson, bastante. Edson Velandia es un gran maestro para todas nosotras. Y nosotros, como Gato E’ Monte también, siento que somos un poco hijos de la razqa que él creó y dibujó, porque nos ha inspirado bastante.
Yo creo que él ha sido un empujón muy grande para crear y para sentirse también curioso de hablar con la jerga popular de acá, de no tener que maquillar todo, ni de ser absolutamente poético siempre, sin que esté mal, solamente es como preferencias y afinidades.
Me siento muy cercana también a las raperas de acá. Me gusta mucho ese flow, Spektra de la rima, Lianna, Delfina Dib, aunque ella es argentina, pero vive acá; a mi hermana Briela Ojeda que es otra cantautora, Ana María Vahos, pues a las cantaoras también del Caribe y del Pacífico.
Etelvina Maldonado, Petrona Martínez, Inés Granja, Nidia Góngora, siento toda esa conexión con ellas y me siento bastante cercana, a pesar de que, digamos, no haga una réplica del género en mis canciones. Y todas las referencias están ahí.
A un mexicano como yo le llama la atención que de repente toques una canción ranchera. ¿Qué te dice la ranchera?
Pues es que venimos de allí, cierto. También es una relación súper estrecha que tenemos con el género. Y pues crecimos escuchando a Juan Gabriel, particularmente en mi casa, Ana Gabriel, Paloma San Basilio, Rocío Dúrcal, que no era mexicana, pero hacía música mexicana, a la Chavela Vargas.
Me llama mucho la atención lo cantinero, lo arrabalero, lo callejero, lo criollo, lo campesino, lo sucio. Siento que, con todo el amor y con toda la rabia y con toda la cantina encima, hay que hacerle honor a esas canciones que nos han acompañado durante toda la vida y que hemos escuchado desde chiquitas y desde chiquitos.
Entonces me gusta, bastante, y quiero seguir explorando eso. Esas referencias rancheras son súper importantes, también para hablar de esas cosas que me gustan. El tono despechado. Y son despechos que no son del amor romántico.
Mira, es un despecho por un parcero que me mataron, entonces, cómo no. Además, él era mariachi. Juan Ovando, tocaba el guitarrón. Salió una noche de sábado a trabajar y pues no se despertó más. Y entonces, también es muy bello poder tomar parte de su trabajo, del sonido con el que decidió trabajar. Entonces sí, de allí viene toda esa vuelta.
¿En qué estás trabajando?
Yo sólo hago música…
No, no no, digo en qué proyecto, ¿qué viene para La Muchacha?
Ah, ¡ya! Se vienen unas juntas bonitas con otras personas del gremio, que son muy chéveres. Se viene una con Andrea Echeverri de Aterciopelados. Bueno, queremos hacer de ahí otras cosas. Y hay otras juntas más que en este momento se me escapan.
Colaboraciones con harta gente, con parceros raperos, con Briela Ojeda, vamos a estrenar una canción, que yo compuse y somos “Las Mijas”, que así se llama el dúo. Y se viene el proyecto con el combo, que es la banda con la que quiero, digamos, oxigenar un poco este formato de voz y guitarra que he manejado siempre.
Y queremos sacar el cuarto disco para el otro año con contrabajo, batería y mi guitarra acústica. Y eso es lo que se viene por ahora.
LA MUCHACHA
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