No se puede esperar una respuesta breve de Jaime López, ni mucho menos una que no trascienda lo convencional, especialmente si referimos al lenguaje que utiliza, a esa jerga suya que toma prestadas palabras, expresiones y refranes de todas las esquinas donde el compositor y cantante tamaulipeco avecindado desde hace años en la CDMX ha estado conversando con los personajes más disímiles de la realidad de su pintoresco, revuelto y dicharachero México
Esta charla vía telefónica se dio a propósito de su visita en días recientes a la ciudad de Guadalajara para presentarse en el Foro Anexo Independencia. En sí Guadalajara, como ya se verá más adelante, le significa a López muchas cosas, entre ellas una añeja conexión con su infancia, la ciudad donde juega de local el equipo de futbol de su predilección (las Chivas), el lugar donde grabó ese disco suyo de título Por los arrabales y donde también cuenta con varios amigos, entre ellos Carlos Avilez, el bajista de Cuca que le produjo ese álbum y con quien ahora ha fundado el proyecto Los Tristones de Puerto Bagdad que está a punto de dar a conocer sus primeras canciones.
Luego de varios meses de no saber de él a la distancia, por motivos que todos conocemos, le preguntamos sobre algunas de las cosas que nos intrigan respecto a sus días recientes. Acerca de ello, él hace una distinción entre el pasado y el presente que alude a esa calamidad que nos ha tenido en confinamiento ya por casi dos años.
“Ya ves que hay un antes y después de la pandemia. El año 0, que fue el 20, realmente fue ‘El gran cambio del siglo”, ya no recuerda uno cosas de antes” dice, para luego sentenciar: “Antes o después de Cristo y antes o después del bicho.”
Pero eso no es todo. Especialmente en esta charla prima el interés de conocer más a fondo la relación que López mantiene con su cancionero, el cual ha venido moldeando a lo largo de más de cuatro décadas de quehacer independiente y constante; un cancionero que le sirve de materia prima a la hora de montarse sobre un escenario y demostrar que no sólo es uno de los grandes letristas del rock mexicano sino también uno de sus performers más incomparables.
Has estado bastante activo durante el confinamiento a través de las plataformas, haciendo en principio streamings desde El Foro del Tejedor, y después conciertos presenciales.
Unos “screamings”… Fíjate que hasta eso fue como descansar haciendo adobes porque sí, no faltó la acción en cuanto empezó esta modalidad del streaming, gracias a El Foro del Tejedor, que fueron de los primeros que se pusieron las pilas. Y ya ves que, como conejillo de indias y de indios, no digo que no.
La verdad fue muy positivo, porque a mí me dio chance de volver al útero y orear varias rolas. Incluso tocar acústico, sentado, que hace mucho que no lo hacía, en casa pues. Pero bueno, hubo eso y, en cuanto volvieron los presenciales, pues luego luego a la cancha. Y después estos mixtos, que prefiero llamarlos así porque la palabra híbrido realmente me encuera el chino.
Creo que se ha olvidado lo que es una fusión y lo que es una hibridez, lo que es mixto y lo que es hermafrodonte. Pero sí, sigue la troca andando.
Teniendo un cancionero tan abundante, ¿cómo armas los sets para tocar en vivo? ¿Cuáles son las canciones infaltables? ¿Cuándo te da por desempolvar alguna medio olvidada?
A lo mejor me estoy volando, por no decir robando, la idea; como Jodorowski hace muchos años cuando armaba sus obras de teatro. Decía que deshojaba el libro, lo aventaba y las hojas que caían de pie eran con las que se quedaba. Entonces, mis rolas, fíjate que yo no les pongo fechas y son como las hojas dispersas de un diario.
Lo que hago, de alguna manera, tendiendo a lo mucho que me ha dado el teatro, filosóficamente hablando, aviento las rolas al aire y las que caen de pie…, o más bien si yo caigo de pie sobre algunas de ellas, con eso voy armando.
El programa obviamente lo veo como un DJ, en el sentido antiguo de la palabra, y a la mejor hasta ambiguo. Yo me eduqué, si a eso se le llama educarse, con aquellos discos de 45 revoluciones. Entonces siempre he visto las rolas así, como esos discos.
Y pues una tocada para mí es una fiesta en la que yo soy el DJ y estoy en un toma y daca con el público que es el instrumento musical importante, principal. Yo llevo más o menos un programa, que es más que nada un guión, del cual agarrarme y desarrollarme estéticamente; pero pues nunca sabes cuándo hay una zancadilla en el área o una mano, y cuando hay que variar.
Lo que hago es elegir cuales son más o menos las rolas a las que aún les puedo dar el ancho, escénicamente hablando. Y también depende con quién toque. Generalmente me aviento a solas, no es queja. He compartido con un montón de buenos músicos, buenos amigos. Me he hecho mejor músico gracias a ellos, y mejor guitarrista juntándome con buenos guitarristas.
Pero al final de cuentas soy un solista involuntario. Siempre he querido realmente estar en una agrupación, y de alguna manera lo hago, pero cuando me toca estar aullando a solas, pues me imagino al grupo. Ese es más o menos el criterio. No es tanto cronológico, ni la idea de hits. Cuando, por ejemplo, no toco “Sácalo”, o no me la llegan a pedir o no se extraña, digo: “¡va, es una buena tocada!”
Vaya, no es por despreciar la rola, pero los hits a veces pueden ser o totalmente destructivos, o totalmente positivos. Entonces no me baso tanto en un sistema de hits. Para mí, voy a ser como el padre hipócrita, todas mis hijas todas son hits.
Y de todas tus canciones, ¿hay alguna que te remitan en lo particular a Guadalajara, ciudad con la que tienes muchos vínculos?
Sí, hay muchas canciones que me ha inspirado Guadalajara, desde luego, un montón. Pero no hay una concretamente. Yo soy una especie de población flotante del barrio de Analco, por cuestiones familiares. Y aunque nunca he aterrizado en Guadalajara, flotantemente ha sido mi barrio.
Es más, no le voy a las Chivas por barrio, porque jueguen con muchos mexicanos… Cuando empecé, yo ni siquiera sabía que existía el futbol. Como buen fronterizo crecí con el beisbol y el basket y el voleibol, incluso el futbol americano.
La primera vez que estuve en Guadalajara, llegué en el tren de Nogales a conocer a mi primera sobrina, que nació en el 62. Ya la estoy balconeando. Y fue allí, en el barrio de Analco, en la calle Matamoros para colmo. Ésa es una gran historia que luego te platico.
Los hijos de mi mamá todos nacieron en Matamoros, aunque fueran de López distintos. Bueno, todos nacimos en Matamoros; unos en la calle Matamoros de Analco y otros en el real y pontificio Matamoros, Tamaulipas.
El caso es que, una que más o menos es reciente, es la de “Analco a medianoche”. En Guadalajara la estrené, pero ahí sí, casi como leída, como que tropezándome. Ahora creo que la llevo un poco más puesta, espero que no me caiga un rayo por hocicón, y será la segunda vez que la tocaré.
Y después de esa salieron varias que se quedaron por ahí, dispersas, porque bueno, yo creo que sólo he publicado la punta del iceberg. Hay un montón de rolas que ni siquiera he sacado a pasear. Porque un punto de referencia, más que publicarlas, es el escenario. Y no es falta de cariño…
De repente no da el tiempo para tocar tantas rolas. En lugares donde aguantan 4 ó 5 horas tocando, que me las he echado, aún así salgo debiendo. Pero bueno, hay dos tres rolas por ahí escritas para Guanatos, principalmente “Analco a medianoche”.
Hace no tanto estuviste en esa ciudad colaborando con Carlos Avilez en ese nuevo proyecto que tienen juntos, Los Tristones de Puerto Bagdad. ¿Qué nos cuentas de éste?
Precisamente Por los arrabales marca el encuentro entre Carlos y yo del que salieron varias ideas. Voy a ser breve. Era una deuda desde entonces. Nos quedamos con las ganas porque pues ahora sí que entre sesión y sesión, entre idas y venidas, él para acá y yo para allá, nos poníamos a tocar rolas con las que nos educamos, ahí sí, tanto él como yo, y en muchas coincidíamos.
“Prenda del alma”, “La máquina 501”, párale de contar. Una deuda vieja que hasta hace poco comenzamos a darle forma, terminando el año pasado. Carlos hizo una producción ahí, ahora si que “con madre”. Quisiera entrar en detalles, pero ya él algo ha adelantado en las redes.
Y por fin nos dimos ese gustazo. Había como 20 rolas y escogimos 12. Bueno, como 16. Dos son de él y dos mías, que quedaron allí en la banca, para un futuro no muy lejano. Pero sí agarramos las 12 que son, ahora sí, las tradicionales, del Golfo de México al Mar de Cortez; de Matamoros, Tamaulipas a Ciudad Obregón, Sonora.
Ya ves que Carlitos aterrizó en Guanatos, así como yo acá en el DF. Y es una ironía que venga uno a aterrizar donde hay mucho pavimento. Pero allí está. De norte a norte, ésa es la idea. Y esperemos pronto saltar a la cancha.
Ya está grabado. Lo que pasa es que por angas o por mangas no hemos podido liberar al chamaco de ciertos gastos de producción y todo eso. Pero queremos ir lanzado este asunto, en una plataforma en principio, pero sí queremos que sea objeto. Como dijera Piporro, que sea “objeto del deseyo”.
Arando al aire es un disco muy de romance con la guitarra que se presta para que de allí tomes canciones cuando vas de solista. ¿A cuáles sueles recurrir?
De Arando al aire, pues la que le da título. Una rola que es de la talla que la acompaño y me acompaña constantemente. Y “Parlez Vous Patois?”, que la saco a orear de vez en cuando. Como bien dices es un gran romance con la guitarra, es un agasajo tocar esa rola. Ésas son las dos que recuerdo que están en la mochila del DJ.
Hace rato hablabas de los hits y mencionabas “Sácalo”, yo imagino que muy a menudo en tus conciertos seguramente alguien te grita en vivo: ¡”Corazón de cacto”!
Mientras no sea “Corazón de infarto” todo está bien. Ésa es también una de las rolas que más me retan. O sea, “Corazón de cacto” es como una obra escrita. La obra puede estar bien escrita, pero si no das el ancho como intérprete, no hay nada peor que el mismo dramaturgo joda su obra. Es un desafío, una rola que me reta y me gusta el reto.
Es como de principios de los 80, de entre Sesiones con Emilia que salió en 80 y mi disco de solista que grabé en 84, pero que se publicó en 85. Fue antes de aquel temblor. Más o menos por ese tiempo, estaba ensayando con el grupo Palmera, en paz descanse Fernando Toussaint, que a final de cuentas fue con quienes grabé, pero el grupo se desintegró.
Como quiera, algo salió en La primera calle de la soledad, era de una de las rolas, de las más recientes en ese momento. Y son de esas que surgen de repente. Bueno, eso de “de repente” o “espontáneamente” es un decir porque allí están; en lo que fallas con unas hay otras que se están gestando por sí mismas y de repente surgen.
“Bonzo” así fue. “A la orilla de la carretera” así fue. “Corazón de cacto”, que sale de un madrazo, nunca mejor dicho… Hay varias sacrificadas, frankesteinianamente hablando, en el camino quedaron algunas que al final de cuentas, a lo mejor, son las que hacen parecer esto que surgen espontáneamente, como por generación espontánea como se pensaba en el medioevo que surgían las ratas de los basureros.
Pero no, yo creo que, para que algo surja así, debe haber muchos intentos fallidos. Cuando cumplí 50 años, hace mucho, dije, “después de regarla tanto, empiezo a tener algunos logros…” Entonces, por ahí, uno que otro es el “logro feroz”, pero a final de cuentas así surgen.
Y “Corazón de cacto” es una de las canciones que creo que más, podría decir, me siento identificado al tocar en vivo.
Dices, “una con la que me siento identificado” para tocar en vivo, ¿qué otra sientes de esa misma manera, que te mueve cuando estás en un escenario?
Pues mira, es como una alineación, igual digamos que hay una columna vertebral… Pero, en realidad, a la mejor dije algo muy fuerte, la verdad es con el programa con el que me siento identificado. Cada una de las rolas tiene su independencia, su vida propia. Pero son una sola rola en conjunto.
El que yo las interprete, lo importante es que esa identidad surja lo más coherentemente posible. Por ejemplo te podría decir que a esa misma altura como columna vertebral, ya nombraste “Arando al aire”.
Está “Corazón de cacto”. La misma “Parlez Vous Patois?”. Ahora “Analco a medianoche” la estoy sintiendo. Bueno, a la hora de interpretarla ya es otra cosa que meramente necesito. Por ejemplo, cuando vi que estaba en esa alineación una de esas rolas que es “Castillos en el viento”, dije “¿qué puede venir inmediatamente después de eso?”. Y “Analco a medianoche” levantó el dedo.
Digamos que eso es más o menos la columna vertebral. Obviamente, “Primera calle de la soledad”, es una canción de siempre. Además, hay rolas que por ejemplo ya no les mueves nada en cuanto a estructura, más que en interpretación.
Insisto “A la orilla de la carretera”, “Corazón de cacto” son prácticamente la misma estructura, lo difícil es estar a la altura como intérprete. Pero hay canciones que te invitan a estar todo el tiempo transformándolas como “La primera calle de la soledad”, como “Chilanga banda”.
Yo creo que “Chilanga banda” no la he tocado yo nunca en una misma versión. Los únicos que la han tocado en una sola versión son los Café Tacvba. Y aportaron mucho, la hicieron suya. Pero yo, nunca he terminado de hacer la mía. Pero sí, es una rola que disfruto estarla tocando siempre de distinta manera.