Hace 50 años se llevó a cabo el Festival Rock y Ruedas en Avándaro, un pueblo ubicado muy cerca de Valle de Bravo. Realizado la noche del 11 de septiembre y la madrugada del 12 de septiembre de 1971, se calcula que acudieron entre 200 mil y 250 mil personas, cuando los organizadores “esperábamos 5 (mil) o 10 mil personas, tal vez 15 mil, es un umbral en el tiempo, porque de alguna manera sentó las bases de muchas cosas y sus consecuencias también determinaron la evolución de nuestra música”, abundó en entrevista Luis de Llano, el productor de televisión, quien a cinco décadas del encuentro musical publica el libro Avándaro. Cuando el rock mexicano perdió la inocencia.
“La revolución que generó la censura oficial de toda manifestación masiva juvenil surgió empuñando una guitarra eléctrica y haciendo del rock una bandera, un signo de identidad y expresión tácita de rebeldía”, durante uno de los momentos más decisivos de la historia musical en México: el Festival Rock y Ruedas de Avándaro, “porque ese día el rock no tuvo la culpa, ni la juventud tampoco”, declaró Luis de Llano Macedo –uno de los responsables de su organización– en entrevista para La Banda Elástica.
El Festival Rock y Ruedas fue llevado a cabo en un valle cuyo nombre “en idioma purépecha significa ensueño”. “Fue la primera reunión de jóvenes por razones no políticas, en donde no pasó nada: no hubo un asalto o una violación, ni una pelea, porque se creó una hermandad (entre los asistentes) que no te puedes imaginar. Tuvieron que aprender a convivir”, explicó el también productor musical.
“Fue una experiencia única de comunicación y de verdadero aliviane (…) despojamiento de poses, despojamiento de la agresividad de siglos, de las barreras sociales, del tono de la piel, del miedo, de los complejos, del estigma del desarrollo real o mental (…) “después de que terminó el concierto, nos cayó encima todo el poder de la Liga de las Buenas Costumbres, el poder gubernamental y la opinión pública y los medios sensacionalistas.”
“Todos, menos los jóvenes, nos hicieron pedazos. Las secuelas del festival fueron inmediatas, pues sumieron al rock en la oscuridad, porque prohibieron todo: prohibieron los conciertos y los eventos, pero el rock siguió adelante”.
Luis de Llano en el preámbulo del libro que es difundido por Ediciones Lirio.
Integrado por 18 capítulos, incluida una memoria fotográfica divida en tres partes, el volumen que publica de Llano aborda con voz propia y con testimonios de sus amigos –como el promotor de rock Armando Molina y los organizadores Justino Campeán y Eduardo López Negrete–, detalles sobre la organización de este festival que surge con la “idea original de armar la segunda edición de unas carreras de autos” que ya se hacían en Avándaro. A lo anterior, se sumó la propuesta de hacer “una noche musical mexicana que se volvió una tocada de rock”.
Sobre el concierto, recuerda que “hubo rock, pero no hubo ruedas”, pues la carrera jamás se llevó a cabo. “Fueron tres días ‘mágicos’, inolvidables para quienes organizamos este rollo, para quienes acudieron al concierto, y un verdadero parteaguas de nuestra generación” hasta que llegó la censura.
“Yo había estado trabajando en Estados Unidos en un canal de Telesistema Mexicano y los fines de semana me escapaba con un amigo a filmar conciertos de rock en toda la costa de California, entonces, ya traía mucho las ganas de estar y ver un festival de música”, relató de Llano Macedo vía telefónica, quien al llegar a México en los años 70, trabajó en el Canal 5 de Telesistema Mexicano, donde hizo un programa llamado La Onda de Woodstock, con Jacobo Zabludovsky.
Al surgir la idea de realizar la carrera con un escenario para presentar bandas de rock “yo dije: ‘bueno, ¡esta es mi oportunidad!’ y empecé a buscar el equipo, ver la locación y contratar a los músicos”. Aunque al inicio solo se había considerado tener dos bandas.
“Armando Molina logró reunir a 12 de los mejores exponentes del rock mexicano de principios de la década de los 70 con un módico presupuesto de 40 mil pesos (…).
Como no fueron estrellas famosísimas de Estados Unidos, sino grupos mexicanos que ya sonaban y que llegaron del norte, de Guadalajara, de Tijuana (y de la CDMX), entonces, el ambiente se puso muy, muy bien”.
Luis De Llano
El libro tiene una reseña del show escrita “por Armando Molina y otros muchos trasnochados”. Además, incluye los temas interpretados por cada una de las bandas. En el libro, destacan Three Souls In My Mind, además de los testimonios de personajes como la fotógrafa Graciela Iturbide, Ricardo Ochoa –guitarrista y líder de la banda Peace And Love–, Mayita Campos, cantante de Los Yaki; Sergio Arau de La Ley de Herodes; Javier Bátiz, quien decidió acudir de último momento, pero se quedó varado en el camino:
“Yo no quería ir a Avándaro por las groserías…. Pero al final, siempre sí nos decidimos a ir y agarramos las limosinas (los Sinners y yo), y los camiones de equipo; pero llegamos tardísimo. Y es que había muchas curvas y allí nos quedamos… no pudimos avanzar, ni para atrás ni para adelante. Y nos tuvo que sacar el helicóptero de Óscar Alarcón”.
Javier Bátiz
Para Luis de Llano, el festival de Avándaro “aportó mucho al cambio cultural que vino en los 70s, pues veníamos de una década muy difícil por lo que había pasado en Tlatelolco (2 de octubre de 1968) y en el Casco de Santo Tomás (10 de junio de 1971), y la juventud necesitaba desahogar un grito, no de protesta, sino algo como: ‘¡Soy joven!’ ”, en tanto que en la música, “veníamos de una época de rock and roll, que le cantaba al amor, pero el rock le empezó a cantar a la vida de otra forma, tuvo un cambio de actitud”.
“Avándaro marcó a mucha gente, provocó muchos cambios en la forma de pensar, éramos la generación del silencio, porque en tu casa no discutías, te sentabas en la mesa a comer, pero no hablabas de política, porque si no, te callaban”.
“En esos tiempos, cuando uno era joven, greñudo y rockanrolero, te consideraban un peligro para la sociedad”.
Luis de Llano
“Creo que el problema fue que esa convocatoria (del festival) asustó a muchos y dijeron: ‘No. Aquí puede haber un levantamiento’, cosa que no iba a pasar nunca, porque no se trataba de eso”, explicó. Al evento, los asistentes fueron “a ser libres, a estar en comunión, a divertirnos, a bailar, a cantar, y eso fue lo que pasó todo el tiempo”. Desgraciadamente, “el gobierno lo percibió como una chispa, entró en pánico y decidió cancelarlo todo”.
En el libro, detalla que al regresar a la Ciudad de México, y tras los encabezados de la prensa sobre el festival, el material videográfico que había tomado fue revisado y requisado. “Me encargaron la realización de una edición especial del Festival para el noticiero 24 Horas, que por cierto quedó increíble, pero nos recogieron las cintas de todo el evento. Por arte de magia desaparecieron y jamás de los jamases han vuelto a aparecer… se rumora que están guardadas por allí, quizás en algún desierto de Tijuana o no sé… “, escribió.
Imágenes del libro “Avándaro. Cuando el rock mexicano perdió la inocencia”, recién publicado por Luis De Llano
Tras ese fin de semana de rock, “hubo 10 años de no música, no conciertos y los grupos se empezaron refugiar en sus colonias. En los hoyos funkies (espacios improvisados para hacer un ‘toquín’), luego, en los ochentas y noventas empieza a surgir bandas de rock con el rock en tu idioma, y empiezan a grabar sus discos y a escucharse en la radio”.
“Todo mundo decía: ‘oye, es que Avándaro, ¿qué fue eso? La verdad nadie se lo esperaba. Ni yo. Nunca pensé que iban a llegar tantos (jóvenes) y que se iban a aguantar tanto tiempo -pues al menos cinco mil acamparon desde el jueves frente del escenario-y que los grupos iban a tocar sin problema. El sonido obviamente no se dio abasto, no llegaba más que a la mitad (del foro) y la lluvia no dejaba de caer, pero aun así, cada que se iba la luz la gente seguía cantando”.
“El mítico concierto que quedó como un oscuro episodio nacional, enterrado bajo la piedra y el lodo de la memoria, (siguió) muy vivo y vigente en las narraciones de quienes estuvimos presentes… pero como consuelo, al paso de las décadas, nos ganamos a pulso un lugar en el libro de oro de nuestro rock, orgullosamente mexicano”.
Luis de Llano en “Avándaro. Cuando el rock mexicano perdió la inocencia”.
Puedes ordenar tu copia de “AVANDARO. Cuando el rock mexicano perdió la inocencia” en este enlace.