En medio de cambios importantes al interior de la banda, que surgió en la colonia Unidad Modelo, al poniente de Monterrey, allá por 1992 y que cuenta con 5 álbumes, arriba una vez más a “La ciudad con alas”, el escuadrón comandado por los hermanos Hernández.
Es por ello que nos echamos un clavado en el repertorio de estos exponentes del “freestyle norteño popular” para tenerlo presente durante su presentación.
Se trata de canciones inolvidables que esperemos suenen en el escenario del Parque MacArthur angelino este sábado 18 de junio.
Sin duda alguna, el himno de batalla de la banda; reivindicando a una figura de un gremio de jóvenes de barrio -en onda cholombiana-, que además baila de “gavilán”.
Refleja toda la fusión de géneros que los hermanos Hernández buscaban desde su origen; hay cumbia de Nuevo León fundida con ska y punk… tiene además un arreglo de trompeta maravilloso.
Comienza citando a las canciones rancheras, pero pronto se arranca con el menjurje sonoro que le encanta a la banda; el flow del raggamuffin se funde con un acordeón sencillo, pero efectivo.
La letra es una reflexión juguetona acerca de la vida misma y que no da respuestas, sino que se convierte en una fiesta llena de amor.
Se trata de un cover que forma parte del soundtrack de la película Piedras Verdes y que se volvió tremendamente popular, por lo que fue incluida posteriormente en la versión ampliada del Chúntaros Radio Poder (2001).
Lograron darle la vuelta a una balada original de Nelson Ned al sumar el rapeo de los North Siders y unas guitarras metaleras bien ponchadas.
La herencia e influencia de Celso Piña, “El rebelde del acordeón” y su Ronda Bogotá se plasma en su acercamiento a la cumbia colombiana y el vallenato, pero agregándole un sabor propio que se funde con el lema del grupo: “El Gran Silencio es la pura sabrosura” y sirve también como un homenaje a los viejos intérpretes de la música tropical.
Aquí el bajo se lleva las palmas.
“Si a tí te gusta mi sonido, dime sí, sí”, es el coro de esta incendiaria convocatoria al baile y que se convirtió en el tema más sobresaliente del disco que al nombre de la rola agregaba un Vol. 1 (2003).
Destaca ante todo la sección de metales y además de regodearse en el raggamuffin incluyen unos pasajes medio jazzeados y con una trompeta con mucho lujo lounge.
El disco tributo a José José, “El príncipe de la canción”, se convirtió en un álbum de culto popular y no sólo rockero. Allí decidieron abrir su versión con guitarra y acordeón para luego encaminarse al dramón amoroso que alimentaba -y alimenta- tantísimas juergas y sesiones de llanto debidas al desamor.
Una balada lóbrega se cargó de un ánimo fiestero.
“Prende la vela… que los chúntaros del barrio regresan ya”, repiten en otro de los temas memorables del Chúntaros Radio Poder (2001). A través de una cumbia candente se convoca a un reventón tremendo y en el que confluyen diversas generaciones, ya que unos bailan solitos y otros agarrados al estilo old school cumbianchero.
Aquí también se acuerdan de los rumbos de Valle Verde en “La sultana del norte”… con todo y saludo a Los cadetes de Linares.
Se convirtió en todo un fenómeno en Monterrey, porque la tocaban en los medios tiempos de los partidos de fútbol de los Tigres de la Universidad de Nuevo León; que luego nombraron a su porra como “libres y locos” -una frase tomada del nombre del disco y un par de canciones-.
Arranca como una marcha escolar, pero luego acelera y comienza el auténtico y desmadroso mitote.
Una de las canciones de El Gran Silencio en la que luce a plenitud la guitarra y es un medio tiempo que se transforma en una narración de soledad y carencia amorosa, pero que también habla de las carencias económicas.
Una crónica atinada de la cotidianidad de la clase popular de las grandes ciudades.
El año pasado se dio un encuentro que desparrama adrenalina ska por todos lados; Los chúntaros se unen a Inspector y sacan puras chispas regiomontanas por todas partes.
Se trata de una tonada verbenera que invita a destapar las cervezas y departir de lo lindo en medio de una carnita asada, un domingo por la tarde.
Ya que nos encontramos ante encuentros memorables, habremos de sumar este dueto con Los invasores de Nuevo León, editado en el 2020, y en el que se concentran en una de esas piezas de desamor que son tan típicas en las norteñas.
Por su naturaleza, queda como una verdadera rareza en la historia de un grupo que encarna a “la pura sabrosura” y que aquí agrega el flow.