“Y el avión trae un lenguaje diferente
Para la boca de los cielos de siempre”
Vicente Huidobro
Ya se ha extendido el tiempo en el que se dice que la música chilena atraviesa una de las mejores etapas de su historia, pero es importante señalar que no sólo se le debe al mainstream, sino también a todo lo que se genera en la escena independiente -en el glorioso underground- y los Niños del Cerro pertenecen a un circuito marcado por la autogestión, pero también por la obsesión por dominar la técnica y el oficio.
Tuve la fortuna de arribar con ellos a Guadalajara en 2019 para la Feria Internacional de la Música Profesional (FIMPRO) y verlos fundidos por el viaje -haciendo esfuerzos por charlar y no quedarse dormidos- y al día siguiente poner de cabeza al escenario del Chango Vudú, un pequeño bar tapatío, mediante un indie rock muy furioso, algo experimental y guitarrero, que lo mismo conoce la locura de Animal Collective que abreva de referencias diversas, que van del math rock al screamo (ellos incluso cuentan que hacen samba punk, con cierto sentido del humor algo canalla).
Aquel paso por México seguro dejó una huella en el grupo, tan es así que su siguiente producción fue titulada Cuauhtémoc (2020), que alternó con No va a pasar el tiempo en vano (2020), un directo de 12 piezas que da cuenta de su gran solvencia como instrumentistas y su fino sentido melódico.
Niños del Cerro comparten generación con agrupaciones como El Cómodo silencio de los que hablan poco, Prehistöricos, Dolorio y los Tunantes, Silabario y Patio Solar, entre otros, pero han destacado por esa manera en que crean texturas y provocan disonancias, pero siempre con una sensibilidad pop; algo similar a lo que hacen del otro lado de los Andes, grupos como Las Ligas menores y 107 Faunos.
Ahora están de regreso con Tentempié (autoeditado), que precisamente es un bocadito sonoro que servirá para degustar antes de que llegue el plato fuerte de otro álbum en regla y que se llamará Suave Pendiente; precisamente, abren con el tema titular, que muestra ese peculiar manejo de la variación de intensidades.
No es un asunto menor que en “Mi modesta ceguera personal”, la figura a la que dedican la canción sea, nada menos, que ese inmenso universo literario llamado Jorge Luis Borges, quien fuera una verdadera enciclopedia ambulante y que dada su discapacidad fue llamado “El divino ciego”; por supuesto que Niños del Cerro hacen un homenaje muy a su manera y con cierta abstracción.
Esta entrega previa al álbum tiene como segundo track a “Miel”, en la que reducen la velocidad y sueltan esa parte etérea que tanto les gusta; por supuesto que aquí uno se acuerda de la época dorada del sello 4AD y bandas como Lush y Pale Saints (pero quizá sea algo de la edad del reseñista y ellos ignoren tal referencia, pero seguro que aman a unos renacidos Slowdive).
Simón Campusano (guitarra, voz), Ignacio Castillo (guitarra), José Mazurett (batería), Felipe Villarubia (bajo) y Diego Antiman (teclados) conforman a Niños del Cerro y no han dejado de ir para adelante desde su debut en 2015 con Nonato Coo (Discos Piloto, 2015) que los llevó al año siguiente a merecer el Premio Pulsar al Artista Revelación.
En apenas siete años ha consolidado una carrera que les ha valido reseñas de publicaciones tan reputadas como Rockdelux en España, como preámbulo a su participación en el Festival Primavera Sound del 2018.
Tanto en sus grabaciones como en directo, el grupo ha mostrado cómo es que esa veta etérea y algo melancólica se mezcla con una gran intensidad y Tentempié no es la excepción… nos sirven un breve plato, un aperitivo apenas, pero podemos esperar porque la llegada de un nuevo manjar es casi inminente.